#12. Segundo mejor
El profesor de cerámica anunció el primer día que dividiría la clase en dos grupos: el primero sería evaluado únicamente por la cantidad de su trabajo, mientras que al segundo se le juzgaría por la calidad de una sola pieza.
El planteamiento era en realidad simple: el último día de clase pesaría los trabajos del primer grupo y los puntuaría: 20kg equivalían a un sobresaliente, 15kg a un notable, etc. Los calificados por calidad, en cambio, solo necesitaban producir una sola pieza perfecta para obtener el 10.
Al llegar el momento de la evaluación,
para sorpresa de nadie, las mejores piezas se encontraban en el grupo “cantidad”.
La conclusión aquí parece clara: nos acercamos a la perfección a través de la iteración y la mejora contínua, y no obsesionándonos con nuestra primera versión.
Al producir un mayor número de piezas los estudiantes del grupo “cantidad” incurrieron en más práctica y experimentaron menos presión para obtener buenos resultados que los integrantes del otro grupo.
Esto facilitó su aprendizaje y la mejora de sus resultados a través de la repetición y la experimentación, consiguiéndolo además con un nivel de estrés mucho menor y revirtiendo curiosamente en mejores resultados.
Este ejemplo de "cantidad sobre calidad" ilustra cómo priorizar la práctica (entiéndase producción) puede desbloquear el potencial creativo.
Encontramos la Parábola de la Clase de Cerámica en el libro Art & Fear de David Bayles y Ted Orland, y por lo que parece la historia real hace referencia a una clase de fotografía, pero el mensaje que ilustra aplica ampliamente a muchos otros contextos: la iteración, la práctica, la repetición conducen indefectiblemente a mayores tasas de éxito.
Sistematizar antes de optimizar
A menudo nos empecinamos en encontrar la mejor manera que nos ha de llevar a lograr aquello que queremos, y en esta búsqueda nos perdemos y acabamos por no hacer nada realmente, atrapados en un exceso de análisis y postergando la toma de acción.
¿No hubiera tenido más sentido haber estado trabajando todo ese tiempo en lugar de buscar la forma óptima de hacerlo, en primer lugar?
La realidad es que nos acercamos a la perfección a través de la mejora de resultados sub-óptimos. Aproximamos. Creamos algo y trabajamos sobre ello, mejorándolo un poco cada vez.
Lo mejor, pues, es olvidarse de optimizar para centrarse en simplificar.
Tampoco hay que volverse loco, vale con intentar hacer lo mejor que se pueda en cada momento:
Si no se puede entrenar 5 días, se entrena 3.
Si no se puede correr, se camina.
Si no se pueden andar los malditos 10.000 pasos, se andan 6000.
Todas estas alternativas son sub-óptimas, y todas ellas mueven la aguja en la dirección correcta. Lo que seguro que no va a mover la aguja es no hacer nada.
“Hay que arar con los bueyes que hay”, como dice Anxo Bastos. Actuar donde se está, con lo que se tiene.
Si no se puede hacer lo mejor que se podría hacer, hacer lo segundo mejor. Si no, lo tercero.
No hace falta que sea perfecto. Es más, es posible que sea mejor procurar que no lo sea. Obsesionarse con clavarla de primeras es una cagada de novato porque puede que esa idea nos abrume y en el peor de los casos acabemos por no movernos. Joder, puede que hasta debamos atrevernos a intentar crear algo mediocre adrede, a escribir una frase o un párrafo realmente malos si es necesario, solo para forzar algo de movimiento, sabiendo que siempre podremos mejorarlo después.
Puede que hacer algo sub-óptimo sea más beneficioso para lograr nuestros objetivos que hacer lo que teóricamente sería mejor, precisamente porque nos resulte más fácil y por ese motivo sea mas sencillo que lo sigamos haciendo más adelante, en el futuro. Si hacer lo “segundo mejor” revierte en más adherencia en nosotros para con la actividad en sí que hacer lo que se consideraría óptimo entonces, en términos de utilidad, es la mejor opción.
Lo mediocre tiene el poder de llevarnos lejos. Esperar que nuestra primera creación sea algo increíble solo nos llevará a la frustración.
Así que suéltate de una puta vez y haz algo, porque todo suma.
Lo perfecto como enemigo de lo bueno
Se cuenta que en sus inicios, en una de las paredes de las oficinas de Meta (entonces Facebook) se podía leer la frase “done is better than perfect”.
Que el trabajo esté hecho es más importante que que sea perfecto.
Porque perfecto nunca va a estar (eso no exixte!), y avanzar hay que avanzar.
¿Si hecho es mejor que perfecto, entonces ‘hecho de mala manera’ es también mejor que perfecto? En principio sí, ya que ‘mal hecho’ es, en esencia, ‘hecho’.
No digo que haya que conformarse con hacer las cosas mal o a medias. Pero si la alternativa es hacer nada porque el perfeccionismo nos lo impide, entonces una opción ‘menos buena’ que logre parcialmente aquello que intentamos es mejor que nada.
Para mejorar en un proceso iterativo o de mejora continua, es necesario que haya sobrecarga progresiva, es decir, que vayamos incrementando el nivel con cada nueva versión. Ejecutar lo mejor que se pueda, al máximo de las propias capacidades en cada momento, sin que esto sirva precisamente como pretexto para no actuar.
Un mal entrenamiento es mejor que no haber entrenado en absoluto, y lo es por la necesaria acumulación de esfuerzos, así como por la no interrupción del ciclo de mejora, en formación del hábito.
Es interesante, en el corto plazo, conformarse con hacer las cosas ‘medianamente bien’, solo pasables, y hacer las paces con el hecho de que gran parte de lo que vayamos a producir no sirva o no sea para nada como habíamos imaginado en un principio.
Uno comienza a ver algo que puede que valga un poco la pena en lo alto de un montón enorme de basura, después de haber producido una cantidad ingente de material malo.
Mejora Mínima Viable (MMV)
Si alguien quisiera aprender a cocinar, limitarse a estudiar recetas no iba a convertirle en mejor cocinero.
A cocinar se aprende cocinando.
Es necesario hacer algo concreto, algo útil, algo tangible cada vez, para volver a intentarlo después, solo un poco mejor. Hacerlo a través de la práctica, mejorando desde la experiencia y no a través de una aproximación teórica.
Hacer algo útil cada vez, aunque sea algo pequeño.
Algo ya es más que nada. Algo más es todo lo que importa.
En la mayoría de casos nos movemos en terreno desconocido. Gestionamos incertidumbre, con la duda como material de trabajo. En un contexto así resultan útiles los puntos de referencia. Un soporte en el que apoyarse en medio de la nada.
La Mejora Mínima Viable (MMV) tiene su enfoque en la factibilidad: cualquier mejora debe ser la mínima necesaria para ser práctica y aplicable en las condiciones en las que nos encontremos en cada momento. Esto significa que, además de ser útil, debe ser realizable con los recursos, habilidades y contexto actuales. No nos referimos solamente al valor de la mejora, sino también a su viabilidad inmediata.
El perfeccionismo es solo otra forma que adopta la procrastinación. Contra este, centrarse solo en el siguiente paso, en lo que se tenga entre manos, olvidando el destino final. Reducir expectativas y dejar de intentar ajustar lo que es con lo que se cree que debería ser.
Cerramos con un ejemplo práctico.
Imagina que te sobran unos kilos y quieres deshacerte de ellos. Si solo pudieras andar o correr, ¿qué escogerías? ¿Cuál crees que sería la mejor alternativa para quemar esas calorías extra?
Parece evidente que habría que escoger la opción con mayores requerimientos energéticos. Pero como veremos, estaríamos cometiendo un error ya que implementar el volumen de ejercicio necesario en forma de carrera en nuestro día a día a fin de hacerlo relevante desde un punto de vista de pérdida de grasa es muchísimo mas difícil que hacerlo andando, porque para muchos es más difícil de implementar.
Correr es solo la opción correcta en teoría, pero en la práctica no es tan sencillo.
Con la carrera no va a haver adherencia. Y sin adherencia no hay recurrencia.
La mayoría va a abandonar el plan mucho antes de ver ningún resultado.
Para prácticamente cualquier persona resulta mucho más fácil incorporar el paseo que la carrera en su día a día.
A priori puede que parezca contraintuitivo porque andar se nos presenta como una alternativa sub-óptima a la carrera. En el largo plazo, no obstante, caminar va a resultar más útil en el objetivo de la pérdida de grasa.
Caminar es solo peor que correr en cuanto a intensidad: cubrimos una distancia en menos tiempo cuando corremos que cuando andamos.
Pero la realidad es que ambas modalidades movilizan prácticamente la misma cantidad de calorías para una determinada distancia*.
En carrera simplemente lo hacemos más rápido.
Caminar, no obstante, permite mejor adherencia porque resulta más fácil. Para casi cualquier persona es más sencillo andar que correr.
Más adherencia significa más volumen, y para el objetivo de la quema de grasa, un volumen suficiente es el factor determinante. Eso es todo lo que se necesita.
(Adherencia = Volumen bruto) > Perfección
La historia es la de siempre. Lo que más importa es la sostenibilidad. Hacer algo que podamos hacer a lo largo del tiempo.
Caminar es más fácil de mantener porque marca todas las casillas: motiva una menor respuesta de estrés y genera menos fatiga.
A = P * (1 + r / n)^(n * t)
Fórmula del interés compuesto
Muchas veces el éxito consiste en hacer algo normal, de forma anormalmente consistente por un período anormalmente largo.
Una mejora diaria de sólo un 1% nos hace x37 mejor al final del año.
Parte de la adquisición de nuevas habilidades sucede de manera inconsciente. Se trata de un recableado mental, al convertirte en la persona que hace ‘X’. Hacerlo de manera casi imperceptible, sin activar una respuesta del sistema nervioso y sin estrés es casi el superpoder definitivo.
La acción, aunque no sea todo lo perfecta que gustaríamos, crea claridad.
Igual debemos abandonar la idea de que nunca vayamos a terminar, limitándonos a hacer algo útil, por pequeño que sea, en el ahora.
*Fact check_
Para una misma persona cubriendo una misma distancia, la cantidad de calorías quemadas entre caminar y correr será similar, pero hay un par de detalles importantes:
Ritmo Metabólico: Correr aumenta el ritmo cardíaco y el esfuerzo muscular, lo cual eleva ligeramente el consumo calórico. Así, aunque caminar 10.000 pasos (unos 8 km) y correr la misma distancia queman calorías de forma parecida, correr generalmente quema entre un 10-20% más de calorías en total.
Eficiencia del Movimiento: Caminar es más eficiente para el cuerpo que correr, por lo que el cuerpo necesita gastar más energía al correr para cubrir la misma distancia, debido a la fase de "vuelo" (el momento en el que ambos pies están en el aire).
Efecto Post-Ejercicio (EPOC): Correr tiene un efecto de quema de calorías posterior al ejercicio mayor que caminar, lo cual suma algunas calorías adicionales después de la actividad.
Correr promueve la adptación metabólica del cuerpo a un determinado nivel de gasto calórico, con lo que si lo hacemos de manera sostenida se optimiza la movilización de los recursos energéticos, haciendo que ahora cualquier actividad (incluido caminar) se pueda realizar utilizando una cantidad menor de calorías. En otras palabras conseguiremos realizar el mismo esfuerzo quemando menos calorías, o lo que es lo mismo, para quemar el mismo numero de calorías deberemos ejercer un mayor esfuerzo (justo lo contrario de lo que estamos intentando ya que nuestro objetivo es perder grasa, no volvernos eficientes corriendo)
En resumen, caminar y correr la misma distancia resultan en un gasto calórico parecido, y aunque correr efectivamente tiende a quemar más calorías de manera marginal, tanto durante la actividad como después de ella, hay otros matices significativos que indican que no es la mejor alternativa disponible para la quema de grasa.